Ya va siendo hora de acabar esta serie de reflexiones sobre por qué se producen en las instituciones financieras tantos casos de actuaciones inmorales: manzanas podridas en cestos que pudren las manzanas.
Mis conclusiones no son (demasiado) negativas. O, si se prefiere, son más negativas de lo que parece. La culpa no es solo, ni quizás principalmente, de las personas. La sociedad en que vivimos ha creado una serie de valores (o disvalores), culturas, prácticas, maneras de entender las cosas y de actuar, que se convierten en incentivos para determinadas conductas. Esto no elimina la responsabilidad personal, pero la matiza. Y, sobre todo, desplaza las soluciones del plano puramente personal a otro colectivo. Que, claro, también es personal: somos las personas las que nos hemos vuelto individualistas, hedonistas, relativistas…
Y la solución, claro, no está en la ley, en la norma, en los castigos y premios, en los incentivos. Porque esto supone tomar la ética como un instrumento para la consecución de otros resultados: la eficiencia, los beneficios… Modifica los incentivos, pero difícilmente modificará las motivaciones. O sea, volveremos a las andadas, por otras vías. Lo hemos visto en el mundo de la Responsabilidad Social: la llamada a las empresas para que asuman sus responsabilidades ante la sociedad se ha convertido en un código ético, una memoria de sostenibilidad, una estructura de compliance: unos instrumentos para conseguir… otra cosa. Pero, lo siento: no es eso.
Como siempre, serán las personas las que darán con las soluciones. Al final, hay que conseguir que la sociedad primero, los mercados después, las entidades financieras a continuación, y sus directivos finalmente, acepten que no se pueden tener beneficios haciendo lo-que-sea-necesario-para-ganar-más. La tesis de que hay maximizar el beneficio no puede ser «la» explicación del fin de la empresa o de las finanzas. Aquí hay trabajo para todos: los teóricos, que hemos de buscar otras explicaciones; los profesores, que hemos de enseñar otras cosas; los directivos, que tienen que ampliar su visión del ser humano, de lo que quiere ser y de lo que puede hacer…
Bueno, queda mucho por hacer. Acabaré con una sugerencia pequeña, que ya he hecho otras veces: empecemos con lo que tenemos a nuestro lado. Ayudemos a nuestros empleados a actuar mejor, primero en sus familias, luego en su puesto de trabajo, y luego vendrá la empresa, los clientes, la sociedad…
¡Ah!, y no olvidemos que una empresa ética no puede tener la misma estrategia que otra que no lo es. Por tanto, si tu banco admitía, e incluso favorecía, que sus empleados mintiesen a sus clientes para vender más, cuando consigas que no mientan vas a perder negocio, a no ser que, de verdad, pienses en «otra» estrategia distinta de la que seguías antes y que siguen tus competidores. A lo mejor puedes aprender algo de la banca ética, las finanzas socialmente responsables y todo eso…
Gracias profesor. Brillante. Algo nunca visto… y en español
«es personal: somos las personas las que nos hemos vuelto individualistas, hedonistas, relativistas…»
¿Y cómo éramos antes? Si nos hemos vuelto así, ¿Es que antes éramos diferentes?, ¿Éramos personas más éticas? ¿Cómo éramos? ¿Hemos evolucionado a mal individualmente o formando parte de una gran marea llamada Sociedad que nos arrastra y degrada sin dejarnos pensar ni decidir? Porque si todos a la vez nos transformamos constantemente, ¿Es que estamos, impotentes, dentro de un tsunami imparable llamado Sociedad? ¿Quien forma la Sociedad, quizá las personas? La esencia y trascendencia de ser PERSONA ya la sabemos (o la intuimos), la sentimos en nuestro interior y no podemos prescindir ni menos consentir que nos quieran privar de ella. Ha sido, es y será una lucha continua de supervivencia ética contra los que anteponen sus intereses y pretenden anularla. Y no se trata sólo de hacer «pedagogía» ética ya que los que mantienen el tsunami saben perfectamente en qué consiste la ética, la moral y las leyes . Por eso mismo son capaces de saltárselas cuando les interesa. Y nosotros nos echamos la culpa de que somos nosotros los que cambiamos la Sociedad.