Continúo aquí, de alguna manera, con lo que decía en una entrada anterior, «Antídotos contra el miedo» (aquí). Porque una variante de la incomunicación y del miedo al que me refería allí es la polarización de la política en muchos países, también en el nuestro. Es una polarización ideológica, no una de las antiguas polarizaciones de carácter económico (ricos y pobres), social (poderosos y débiles), de color de piel, de religión, de género…
Una polarización que viene de arriba, de nuestros políticos que, como decía en la entrada antes mencionada, son los primeros que practican el «cállate, no quiero hablar contigo, no existes, eres mi enemigo, fuera, fuera…». Como leí en un blog norteamericano hace unos días, «aunque están de acuerdo en muchas cosas, se odian unos a otros… todas las batallas, aun las más superficiales y simbólicas, inducen poderosas emociones entre los partidarios».
«La política de partidos está fundada sobre lealtades tribales, además de en intereses materiales, y nuestras discrepancias políticas más amargas son más simbólicas que sustantivas». No es fácil romper esa estructura. Pero se me ocurren algunas ideas.
Una: descentralizar las discusiones, sacarlas del ámbito puramente político. Que instituciones de la sociedad civil convoquen a expertos y ciudadanos para hablar de temas de interés común, fuera del lenguaje político y de los argumentos del «pues tú más» o del «no quiero hablar contigo». Escuchemos, por ejemplo, lo que tienen que decirnos los expertos sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones públicas, no para echar la culpa a nadie, sino para poner las cosas claras, en la medida de lo posible. Utilizar para ello los procedimientos tradicionales (conferencias, discursos, debates) y los nuevos (blogs, redes sociales).
Otra: subir los debates a un nivel superior. No quiero decir emplear lenguajes más complicados, sino tratar los temas desde más arriba. La sostenibilidad de las pensiones, por ejemplo, no es un tema autónomo, sino que depende del estado del bienestar que tenemos y el que nos gustaría tener, de la desigualdad de la renta, de cómo la medimos y cómo la calculamos, del sistema impositivo que tenemos y del que deberíamos tener… Por ejemplo, hace unas semanas BBVA Research publicó un documento firmado por Rafael Domènech, con diez reformas necesarias en nuestro país, que sintetizo aquí abajo. ¿No sería oportuno que universidades, sindicatos, centros ciudadanos, onegés, entidades privadas y otros actores abriesen mesas de diálogo sobre algunos de esos temas?
- Un mercado de trabajo más eficiente y equitativo
- Sostenibilidad y eficiencia del sector público
- Sostenibilidad y eficiencia del Estado del bienestar ante el reto demográfico
- Aumentar el tamaño medio de las empresa
- Mejores regulaciones y clima de negocio
- Mayor internacionalización y competitividad
- Mayor calidad institucional
- Mayor innovación y capital tecnológico
- Más y mejor capital humano para aprovechar la revolución digital
- Reducir la desigualdad y lograr un crecimiento más inclusivo
Este estado de polarización que comentas ha aumentado mucho y va acompañado de una irritabilidad que invariablemente se traspasa de la clase política a los ciudadanos.
Excelente reflexión, sin duda la división social que vivimos hoy en día es por la política de los países, ya que no podemos decir que solo pasa en algunas naciones, a nivel global la política ha sido la causante de muchos conflictos incluso bélicos, en la que los intereses de algunos cuantos han tenido consecuencia irreversibles.
Considero muy buenas las soluciones que propone, pues bien es cierto que muchas de las personas entran en conflictos de opinión sin siquiera tener conocimiento completo de la situación y tomando partido sin entenderlo del todo, pero para poder descentralizar las discusiones, será necesaria la voluntad de cada uno por generar dicho cambio y poderlas sacar del ámbito político, para poder informarse de forma correcta y generar una mejor ideología.
Muchas gracias por el artículo
Estimado Antonio:
Su idea es generial, «descentralizar las discusiones, sacarlas del ámbito puramente político», si bien la política bien realizada, es rápida y vinculante, llevamos muchos años con políticas de bajo nivel, muy influenciadas, alejadas del bien común y de la protección de las personas en su integridad. No veo en la política, la motivación ni las capacidades para trabajar de forma eficaz, por la paz, la justicia, el empleo digno, el desarrollo integral de las personas, la reducción del riesgos de desastres…, es por ello que sería de agradecer una implicación de la sociedad civil, donde los expertos, los intelectuales, los bondadosos…, que acertadamente no han querido implicarse en la política de bajo nivel, no den los temas por perdidos y trabajen desde su posición por hacer un mundo mejor.
Saludos cordiales,
Como resumía Polo, profesor; el estado del bienestar es un equilibrio entre el liberalismo y el socialismo. La solución, dice Polo, radica en (como usted nos indicaba la vez pasada) conocernos personalmente: uno a uno. Solo así lograremos «equilibrar» nuestras diferencias. Los foros, comités, etc.; sirven después de conocernos. Gracias por comentar sus experiencias con nosotros, que nos exime o motiva a leer más o ahondar en ciertos temas que conocemos superficialmente.