Me hicieron notar hace unos días que no había presentado formalmente el libro que edité hace unos meses, titulado “The Home. Multidisciplinary Reflections” (Cheltenham: Edward Elgar, 2018). Lo voy a presentar ahora. No es mío, es de diez coautores: yo solo he sido el editor, o sea, el que ha puesto algo de orden en los capítulos, respetando, como es lógico, las ideas de sus autores y añadiendo una introducción, secundando así la iniciativa de la Home Renaissance Foundation, que ha sido la promotora del libro, y del Social Trends Institute, que lo ha apoyado.
Como su título indica, “The Home: Multidisciplinary Reflections” es un libro multidisciplinar, fruto de la colaboración de filósofos, geógrafos, médicos, economistas, sociólogos y abogados. Porque el hogar es una realidad compleja, que puede ser analizada desde muchos puntos de vista; es multidimensional. Y, por tanto, ha de enfocarse, siempre que sea posible, desde un punto de vista integral, holístico. Y global, porque es una realidad mundial, aunque también es local, es decir, presenta notables diferencias según el lugar y la época que se considere, sin que por ello sea más hogar el que se reúne en un edificio viejo de Sao Paulo que el que lo hace en una casa lujosa de Los Angeles o en un poblado de Etiopía. Pero esto no nos permite ser eclécticos: no todo vale, porque todos sabemos que el hogar puede ser un lugar fabuloso, placentero, al que da gusto regresar… o un lugar desagradable, opresivo, hostil.
Y esto depende en buena medida de los que formamos el hogar, que es una “empresa de servicios generales”, como lo llamó Mary Douglas, una empresa en la que todos deben estar dispuestos a hacer de todo cada día: el bebé debe llorar y reír, porque esto es lo que moviliza a los adultos; los hijos deben entrar, salir, ayudar, aburrirse, divertirse, marcharse, regresar… y los padres deben estar dispuestos a lavar, limpiar, aplaudir, castigar, animar, desanimar, movilizar, frenar… con la ayuda de personas que son “como de la familia”. Porque el hogar es restaurante, hotel, escuela, hospital, lugar de recreo, puerta de entrada en la sociedad, retiro de los ancianos, formación de virtudes de los jóvenes –y de todos-, provisión de seguridad física, psicológica y moral, medio para adquirir una identidad social… Alguien dijo que en el hogar uno debe estar dispuesto a planchar un huevo y freír una camisa. No me parece que haya otra institución de la que puede afirmarse lo mismo.
En medio de esa colección de actividades, quizás lo más importante es que todos deben tener el propósito de colaborar para que todo aquello salga adelante. En el hogar uno ‘está’ siempre, o casi siempre, aunque no siempre en el mismo hogar –el hogar es también una escuela donde se aprende a replicar el hogar-, ni siempre voluntariamente –nadie nos preguntó si queríamos nacer en ese lugar y, probablemente, nadie nos preguntará si queremos volver a él, al final de nuestro viaje. Mary Douglas completaba la frase mencionada más arriba diciendo que es “un plan general para la satisfacción de necesidades futuras”. En el hogar, los tiempos son largos, porque es un lugar para aprender –aprender a vivir-, y esto lleva tiempo. Y convivir, “perder” el tiempo juntos, que así es como aprendemos. Es privacidad y socialización; es lugar y función; está cerrado entre cuatro paredes, pero se abre al exterior por las puertas y las ventanas, y “rebosa”, llena la comunidad, porque, en definitiva, nuestras sociedades están hechas a la medida de nuestros hogares.
Bueno, ahora debería describir, uno a uno, los capítulos del libro. No lo haré, porque esto nos llevaría demasiado lejos. El libro es descriptivo, pero tiene pretensiones normativas: respetando todas las diversidades, va poniendo de manifiesto qué hace que un hogar sea un “buen hogar”, dejando que cada uno saque sus consecuencias. Dejo que el lector saque sus consecuencias.
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Me encanta la definición de hogar que otorga Mary Douglas: “empresa de servicios generales”. Un hogar puede ser una mansión, una cabaña, un pisito pequeño o en mi caso un apartamento con reforma integral y vistas a África. Pero siempre cada uno tiene su labor y trabajo en equipo. Bonito pensamiento.