Continúa mis disquisiciones sobre la virtud de la esperanza, que empecé en una entrada anterior con este mismo título, de la mano de las ideas del profesor Leonardo Polo, de la Universidad de Navarra, ya fallecido. Polo dice que la esperanza tiene tres dimensiones.
La primera es el optimismo. «El pesimismo, dice Polo, encierra y paraliza. En cambio, el hombre esperanzado camina hacia lo mejor, sale del ensimismamiento y se pone en tarea». Un optimismo sin esperanza es trivial: es el optimismo del que está satisfecho con lo que ha hecho, que no mira al futuro. El optimismo de la esperanza está insatisfecho. Polo recuerda el dicho anglosajón, de que el optimista es el que dice que estamos en el mejor de los mundos posibles, y el pesimista es el que cree que esto es verdad. En el mejor de los mundo posibles no hay esperanza; el que afirma que estamos en un mundo mejorable vive en la esperanza.
De modo que el segundo componente de la esperanza es el futuro. Si no hay futuro, no hay tarea, no hay esperanza. O mejor, dice Polo, podemos crearnos una esperanza falsa, la de una mundo futuro utópico, que alguien nos dará, pero que no depende de nosotros. Y esto no vale ni siquiera para los que creemos que esta vida no se acaba, sino que continúa en el cielo, porque ese cielo nos lo hemos de ganar nosotros aquí.
Por tanto, la tercera dimensión de la esperanza, según Polo, es la tarea, algo que me compromete, que tomo como un deber: tengo que mejorar. A diferencia de la utopía, la esperanza me ofrece un futuro pero me lo he de construir yo. Claro que no estamos hablando de unos resultados externos (crecimiento, beneficios, ingresos, nivel de vida…), que pueden no darse, sino de mi mejora personal, que esa sí que depende de mí, aunque mi vida parezca un fracaso a los que la miran desde fuera.
La esperanza es una virtud para vivir en la empresa -y aquí es donde yo quería llegar con mis consideraciones anteriores, siguiendo a Polo. Porque empresa es futuro, tarea y optimismo. Es buscar los recursos para conseguir algo. Algo que puede no darse: la empresa -la esperanza- tiene riesgo. Riesgo significa novedad, porque damos sin saber qué resultará de lo que damos.
«El futuro, dice Polo, es mejor que el presente, en tanto que depende de mí», pero «es solo posible, no es seguro: los recursos de que dispongo hoy no son suficientes», de modo que los he de conseguir: ahí está la tarea. Para conseguir algo, que puede no llegar: ahí esté el riesgo. Y el riesgo lo corro yo, porque doy, me doy, para ser mejor: ahí está la esperanza. Pero conseguir los recursos es tarea de muchos: yo no puedo hacerlo solo. Hay que buscar colaboración: eso es la empresa. «El único proyecto atractivo es el que convoca», dice Polo.
Gran articulo como siempre Antonio.
Un gran saludo
Estimado profesor: transcribo a Sellés que lo dice mejor de lo que yo podría hacer (es de su libro Las Virtudes Teologales el cap. de la esperanza): «Leonardo Polo distinguió dos tipos de esperanza, la natural y la sobrenatural. A la primera le dedicó el artículo titulado “La esperanza” , que luego entró a formar parte de uno de sus libros, La esencia del hombre . A la segunda le prestó atención sobre todo en dos de sus publicaciones: La persona humana y su crecimiento y su obra póstuma Epistemología, creación y divinidad .
De la primera, de la esperanza natural, cabe brevemente reseñar que Polo distingue en ella –reuniendo los pasajes mencionados– estos ocho nueve componentes: 1º) el sujeto libre que desea realizar un encargo; 2º) el optimismo que tal sujeto debe albergar para llevarlo a cabo; 3º) el futuro para alcanzar la meta; 4º) la tarea mediante la cual alcanzará el objetivo; 5º) los recursos de que dispone; 6º) la ayuda de los demás con que puede contar; 7º) quien encarga la tarea, 8º) el beneficiario de la tarea, y 9º) el riesgo o los factores de inseguridad con los que se puede encontrar, es decir, lo adverso.
Para exponer de modo sencillo dichos elementos Polo recurría al paradigmático cuento francés de Caperucita Roja, a la genial novela castellana El Quijote de la Mancha , o también a la figura del héroe griego Ulises, y en la tradición la judía, a la de nuestro padre en la fe, Abraham , ejemplos en los que se advierten fácilmente estos componentes. Cabría pensar que la esperanza natural cuenta con un límite inexorable que no puede trascender, la muerte, pero eso solo sucede si se la refiere al espacio , porque si se la refiere al tiempo, trasciende dicho límite, ya que el alma humana es inmortal .
De la segunda, de la esperanza sobrenatural, hay que decir que ésta no debe prescindir de los componentes de la natural, solo que en ésta todos ellos cobran un nuevo realce, pues quien encarga la tarea es Dios, la labor que encarga a cada quien en esta vida es distinta, pues el encargo que da se llama ‘vocación’, no habiendo dos iguales. Además, es Dios mismo el que ayuda a la persona libre a cumplir la obra dotándole de una ayuda sobrenatural: precisamente la virtud de la esperanza, en la que centraremos seguidamente la atención siguiendo la mente de Polo».
También creo que lo que se narra de estos personajes es más o menos lo que os toca hacer donde trabajamos. Cada uno se puede identificar con quien le parezca. Pero sirven de referencia y, bastante buenas.
Excelente detalle sobre la virtud de la esperanza. Saludos Javier.