La ética de los impuestos es siempre un tema debatido. Leí hace unos días un artículo en el Diari de Tarragona donde recogía la tesis de un empresario español, director de una multinacional química en España, que se lamentaba de que, cuando las cosas van mal dadas, las empresas piden ayudas públicas, y cuando van bien dadas, no quieren oír hablar de arrimar el hombro, contribuyendo más generosamente.
¿Por qué hemos de pagar impuestos? Nuestra sociedad se basa en el reparto de tareas, a diferencia de Robinson Crusoe en su isla, que tenía que hacer de todo. Yo no fabrico mis propios calcetines, sino que los compro y pago un precio. Igualmente, no me ocupo directamente de la construcción de las carreteras por las que luego circularé; alguien se ocupa, y yo le pago. Pero, ¿qué parte de carretera me toca pagar a mí? Ante los bienes públicos no hay forma de determinar el precio; se cubren mediante impuestos.
Y aún hay más cosas. Si los niños van a la escuela, mejora el nivel social y económico de toda la población: ¿no vale la pena colaborar económicamente a su formación, sabiendo que todos vamos a salir ganando? Y lo mismo ocurre con la defensa del medio ambiente, o con las medidas para evitar que la gente llegue a situaciones de indigencia… Alguien ha de pagar por ese conjunto de servicios y bienes que proporcionan las autoridades, que no tienen un precio de mercado, y que redundan en beneficio de todos. Pues para eso están los impuestos.
No faltan argumentos éticos para oponerse al pago de impuestos. Pero deben ser razones bien fundadas y sopesadas, como corresponde a una decisión moral; no basta un exabrupto -«a esos tíos yo no les doy un euro»-. Y como en definitiva los impuestos se pagan para contribuir al bien común de la sociedad, el hecho de que yo decida no declarar o no pagar no excluye la parte que me toca de esa contribución. Y si no lo hago en forma de impuestos, tendré que poner en marcha mi inventiva para encontrar cómo hacerlo. Sobre todo ahora, cuando las necesidades públicas son obvias. Aquí viene bien el criterio del empresario que mencionaba al principio: es un contrasentido que quien reclama ayudas en penuria no quiera contribuir cuando le va mejor.
Sólo he tocado un aspecto de la ética de los impuestos. Lo que deja abierta la puerta para que otro día vuelva sobre el tema.
Muchas empresas tienen una forma peculiar de entender la aportación que les corresponde al bienestar social. Algunas muestran con orgullo comedores, guarderías y hasta futbolines para sus trabajadores y a la vez evitan pagar impuestos a toda costa, o lo hacen en paraísos fiscales.
Una opinión fundada y sin sesgos. Poca gente habla de los impuestos desde el punto de vista ético
Excelente contenido querido profesor, como siempre, dando en el clavo correcto. Con respecto a esto, es importante no solo que exista un ente tributario transparente, sino que también exista un poco de derecho a la privacidad. Al final tanta rudeza en el cobro de impuestos produce fuga de capital .
Es que para saber si me toca o no hacer una contribución, tengo que saber primero si realmente lo será. Y eso es antes que nada moral, por supuesto; pero también es un tema socio-económico que debe aportar positivamente a la sociedad. Incluso los subsidios tienen que evaluarse en base a su ciclo de actividad macro-micro (pregúntale a Lucas a qué me refiero), y eso depende de una combinatoria temporal. Antes no se podía medir con precisión, pero ahora existen distribuciones co-contra-variantes que pueden medir esa temporalidad cíclica y debe hacerse para evitar las interferencias en el multiplicador. No sé cómo no se dan cuenta de la importancia de este hecho «secundario»
interesante articulo es un tema muy debatible sobre la etica de los impuestos quien es el encargado de poner el limite o quien dice o que organismo encargado puede decir que es etico y que no . lo lo dices en tu articulo deben ser razones bien fundadas y sopesadas .saludos