Creo recordar que en alguna ocasión ya he contado algo que me ocurrió hace bastantes años, en un congreso de ética de la empresa cerca de París; si me repite, pido perdón al lector. Un par de profesores de aquella escuela presentaron un borrador de un trabajo en el que preguntaban a los directivos de una empresa, que tenía reputación de cuidar muy bien los aspectos éticos, de dónde sacaban la información interna para tomar las decisiones que debían tomar sobre asuntos con una dimensión ética. La pregunta que hacían era: ¿te sirve la memoria de responsabilidad social que elabora tu empresa? La respuesta unánime fue: no, ese es un documento para relaciones públicas. La información que yo necesito es de otro tipo, he de recurrir a otras fuentes.
A menudo, cuando leo sobre temas relacionados con la empresa y la ética, o la responsabilidad social, me viene esa anécdota a la mente. Me parece que lo que aquellos profesores consideraban ética o RSE no coincide con lo que aparece en los documentos oficiales, y en esto coincidían con los directivos de la empresa.
Pongamos como ejemplo el propósito. Las empresas están empeñadas en redefinir su propósito, más allá de maximizar los beneficios. Y me parece bien, es algo necesario. Pero no estoy tan seguro de que muchas de esas empresas estén interesadas en ese propósito para la toma de decisiones de alto nivel, como algo fundamental para ayudar a ellos y a sus empleados a tomar cada día, en cada asunto, las decisiones adecuadas.
Me parece que la RSE actúa en tres niveles. 1) Instrumental, el de los sistemas de gestión, indicadores, incentivos, auditorías, códigos de buenas prácticas…: necesarios, pero que no definen por sí solos la RSE, y que, si se exagera su importancia, pueden generar prácticas perversas, como reducir la RSE a un listado de tareas burocratizadas. 2) Organizativo: la RSE necesita personas y estructuras que asuman las responsabilidades y las ejecuten, empezando por el consejo de administración y siguiendo por la estructura directiva y operativa, incluyendo sus órganos especializados: director y comité de RSE, auditores internos, etc. 3) Finalmente, hay un tercer nivel, el directivo, en el que se decide cuáles son las responsabilidades que se asumirán, qué planes se desarrollarán, qué acciones se llevarán a cabo, etc.: qué hay que hacer, cómo hay que hacerlo y quién ha de hacerlo. Todos estos niveles son necesarios, pero, en definitiva, este último, es el más importante. Y ese es el que me temo queda desfigurado en la práctica de muchas empresas.
Coincido con la observación que las empresas no están aplicando su propósito para la toma de decisiones determinantes (al menos en la gran mayoría de casos). Si esto fuese así, sería algo que notaríamos y tendría un impacto sustancial en el tejido empresarial y sus relaciones.
Y un cuarto nivel, los empleados y trabajadores. Sin este nivel como lograr los objetivos misionales frente a su sociedad?
Desgraciadamente así es profesor. Cuantos más «documentos oficiales» menos ética o RSE.
La empresa verdaderamente ética no necesita empapelar sus pasillos con pamfletos pseudoéticos.
Que la empresa es ética y tiene una RSE firme se advierte en seguida en su forma de trabajar, en su ambiente, en la «mirada atenta»
de sus directivos sobre todo hacia sus empleados y trabajadores.
Hay que preguntar a estos últimos qué grado de empatía sienten en la empresa,de parte de sus directivos, de su departamente de RR.HH, por ejemplo.
Sintiéndolo mucho, y después de más de 30 años apasionado creiente en la RSE, no creo que haya hoy en dia mucha gente que crea en esta forma de relaciones públicas engañosa.