La Circular 1/2016 de la Fiscalía General del Estado puso de manifiesto que «los modelos de organización y gestión o corporate compliance programs no tienen por objeto evitar la sanción penal de la empresa, sino promover una verdadera cultura ética empresarial, de tal modo que su verdadera eficacia reside en la importancia que tales modelos tienen en la toma de decisiones de los dirigentes y empleados”. Con esto, salía al paso de la tendencia, muy frecuente en muchas empresas, de identificar compliance o cumplimiento normativo con cumplimiento estricto de la ley, es decir, proteger a la empresa y a sus altos directivos de las posibles infracciones legales de sus empleados, algo que es lógico, pero claramente insuficiente. El cumplimiento estricto de la ley no se consigue por la vía del palo y la zanahoria, sino por un compromiso de todos en la empresa (y en su entorno, por ejemplo, su cadena de suministro) para hacer posible una conducta ética que, por tanto, sea también siempre legal.
Las decisiones no pueden estar tomadas con un criterio externo, de cumplimiento de la ley. Son decisiones complejas, que exigen tener en cuenta diversos objetivos y diversos impactos, en la empresa y en su entorno. Pero, ¿cómo se puede llevar esto a cabo?
Hace unas semanas apareció en beethik.com (aquí) una entrada de José Antonio Lavado y Miquel Fortuny en la que propone un método para aplicar la ética a las decisiones de compliance. Mis lectores ya lo conocen, porque hemos hablado muchas veces de cómo se toman las decisiones complejas. Empezamos con la definición del problema y el análisis de su entorno y de los valores que implica nuestra cultura ética, mediante el diálogo con los interesados. Luego se buscan alternativas de cursos de acción posibles y útiles, de nuevo trabajando con los implicados en la decisión. Se establecen los criterios para la toma de decisiones, basados en los valores y objetivos, también en un proceso de diálogo. Se toma la decisión y se ejecuta. Y, lógicamente, se reflexiona luego sobre el proceso y sus resultados, para aprender de todo ello.
Lavado y Fortuny señalan que la complejidad «necesita de conocimientos, talento, recursos y, también, de valentía para romper con esos apriorismos y abrir las puertas a la incorporación de la perspectiva ética en la toma de decisiones».
Esto es un buen negocio: los empleados felices son más productivos y están más motivados, además de ser más propensos a quedarse en la empresa.