He hablado con frecuencia de confianza en este blog, de manera que me voy a repetir. Bueno, no demasiado, porque voy a acudir a un magnífico artículo de Juan Narbona que apareció en la revista Nuestro Tiempo de la Universidad de Navarra, en su número de otoño de 2021. El título del artículo es «La confianza, el ingrediente mágico de las relaciones».
Empieza con una cita de las Analectas de Confucio: «Los Reyes necesitan tres cosas para gobernar: armas, comida y confianza. Si un gobernante no puede poseer las tres, en primer lugar debe prescindir de las armas; luego, si es necesario, de la comida; pero nunca debe perder la confianza». «Si falta confianza, añade, empeñarse en construir algo juntos deja de tener sentido»: por eso el tema es clave en una sociedad.
«Cuando confían en nosotros nos sentimos más valorados y aumentan nuestras ganas de colaborar, somos más creativos y capaces de aceptar riesgos, porque nos implicamos plenamente en aquello que nos encomiendan… Quien desconfía sistemáticamente lo hace por debilidad, ya que se demuestra incapaz de depositar la propia fragilidad en manos de los demás… Por último, la confianza es performativa: quien confía transforma y se transforma».
Vivimos en una sociedad en que la «cultura de la sospecha» está ampliamente difundida, tanto respecto de las personas como, sobre todo, de las instituciones, que sospechamos que no actúan buscando el bien común, sino algún bien particular. Tenemos también una información deficiente o de baja calidad. Y el resultado es que desconfiamos del que dice la verdad, y acabamos fiándonos solo de los que piensan como nosotros, lo que nos mete en un círculo vicioso. «A la era de la posverdad (post-truth) ha seguido, de modo lógico y coherente, la era de la posconfianza (post-trust)».
Narbona explica que inicialmente la confianza fue local: nos fiábamos de nuestra pequeña sociedad. Luego pasó a ser institucional, mediada por «contratos, acuerdos, protocolos, pólizas, ceremonias, etc.». Ahora tenemos una confianza distribuida, digitalizada: «los individuos se fían porque otros muchos -también ellos individuos anónimos- se fían».
¿Es posible inspirar confianza? Sí, concluye el autor. Para ello hace falta algo que ya hemos tratado en este blog: competencia o capacidad para hacer lo que se espera que hagamos; benevolencia, desear sinceramente el bien de la otra parte y manifestarlo, e integridad o coherencia, «la fidelidad a las ideas en las que se cree y que se asumen como guía y limite de la propia actividad».
La confianza con tu propia familia o pareja en ocasiones cuando hay problemas de adicciones, puede llegar a ser nula.
La familia y la pareja son un recurso socioterapéutico muy importante. Las malas relaciones que la droga establece con los miembros de la familia son un hecho en la mayoría de los casos y pueden ser un impedimento en la recuperación del paciente.
Trabajar la confianza es un paso muy importante para la recuperación de un paciente y sus familiares en un tratamiento de desintoxicación
Querido profesor,
La fuerza motivadora, como saben todos los psicólogos, proviene de la confianza y como en el verso de la Eneida, los individuos «pueden, porque creen que pueden».
De aquí surge la profecía autocumplida que nos enseña que el poder de lo que esperamos de otra persona es tan grande que por sí mismo puede condicionar su comportamiento y evolución. También la figura mitológica de Pigmalión (Efecto Pigmalión) ha dado lugar a un concepto fundamental en la psicología de las organizaciones, descubierto por Robert K. Merton.
Obviamente la confianza debe ser siempre mutua. Puede que el rey necesite armas, comida y confianza. Necesita que el pueblo confie en él, pero también necesita a su vez tener depositada la confianza en su pueblo.
Saludos.