Recordaba en mi último post la importancia de separar empresa y familia en la empresa familiar. Cuando no se consigue diferenciar ambas esferas, se producen tensiones y malentendidos. De hecho, lo idóneo es separar propiedad, gobierno, dirección y familia, pues en cada una de estas áreas se toman distinto tipo de decisiones y el poder recae sobre personas diferentes.
Respetar la cadena de mando es fundamental para que una empresa funcione sin problemas, y las empresas familiares no son una excepción. De hecho, precisamente en las empresas familiares, a veces es la propiedad quien se olvida de aplicarse esta norma y se cree con derecho a saltarse la cadena de mando, como explican en este artículo de FFI Practitioner. El artículo expone tres trampas en las que pueden caer los miembros de la familia que no trabajan en la empresa y que pueden amenazar la supervivencia del negocio. Veamos cuáles son y cómo se podrían evitar.
- Inmiscuirse en la gestión del negocio
Pongamos por caso que un miembro de la tercera generación de la familia propietaria, que no trabaja en el negocio pero conoce muy bien el sector, no está de acuerdo con una de las últimas decisiones que ha tomado el equipo directivo. Así lo hizo saber en el último consejo de familia que se celebró y en el que se informó del asunto, pero no le hicieron caso.
Sabe que es la única voz discordante en la propiedad, pero está convencido de tener la razón, así que aprovecha cualquier oportunidad para intentar convencer a los altos directivos de la empresa de que su punto de vista es el correcto. Con este fin, se deja caer por la empresa siempre que puede e incluso fuerza encuentros supuestamente fortuitos con los directivos que conoce para darles algunas órdenes de manera informal. La situación es, cuanto menos, desconcertante para los directivos, que no saben cómo actuar cuando las directrices de la propiedad contradicen las del director general. ¿A quién deben obedecer?
Aunque muchas veces el miembro de la familia que protagoniza estas situaciones actúa con buenas intenciones, el resultado puede ser nefasto. Convendría hablar con esta persona para hacerle entender la separación de poderes que existe y recordarle que es el comité directivo presidido por el director general quien toma las decisiones ejecutivas.
- Intentar influir por la puerta de atrás
Imaginemos ahora que, a la hija del fundador, pese a no trabajar en la empresa, le gusta seguir de cerca la actividad de la compañía. Como ha pasado muchas horas de su infancia y de su juventud en la empresa, acompañando a su padre, conoce a la mayoría de los empleados, y de vez en cuando le gusta pasarse por allí con algunas pastas e invitarles a desayunar. En estos encuentros, les pide que le pongan al día de cómo avanza el negocio y aprovecha para hacer preguntas y exponer su punto de vista sobre el futuro de la empresa.
Todos los empleados que asisten a estos desayunos, incluido el director general, son conscientes de que intenta influir en el negocio por la puerta de atrás, pero no saben cómo gestionar esta incómoda situación. Convendría que el presidente del consejo de administración intentara poner un poco de orden y estableciera unos encuentros más formales con la hija del fundador, en los que se le informe de los avances del negocio, si lo desea, pero de forma oficial y no oficiosa, como aconsejan en el artículo de FFI Practitioner.
- Hablar públicamente de la empresa
Otra situación crítica se da cuando uno de los miembros de la familia propietaria siente especial debilidad por las cámaras y disfruta siendo el centro de la atención mediática. Aunque no trabaje en la empresa, si se sabe que forma parte de la propiedad y además lleva el apellido que da nombre al negocio, cualquier comentario que haga será interpretado como una declaración pública.
Esto no solo diluirá el mensaje corporativo que se haya definido, sino que incluso puede llegar a contradecirlo. Además, pondrá en una situación muy incómoda a la persona que actúe como portavoz oficial de la compañía, que sentirá que se están inmiscuyendo en su trabajo.
¿Cómo hacer frente a esta situación? En primer lugar, conviene dejarle claro al portavoz espontáneo que no actúa como portavoz oficial de la empresa. En segundo lugar, y si no es posible pararle los pies, no estaría de más ofrecerle formación de portavoces para que aprenda cómo tratar a los medios y, lo más importante, para que sepa qué temas puede tocar y en qué términos debería hacerlo.
Como muestran estas tres situaciones, cuando la propiedad se cree con derecho a ignorar la cadena de mando porque considera que está por encima de todo, es cuestión de tiempo que aparezcan los problemas. Como dicen en el artículo de FFI Practitioner, la autoridad y la responsabilidad deben coincidir, y de no ser así se producirán disfunciones que afectarán al futuro de la empresa familiar.
“Puede que a los miembros de la familia no les guste ceder el poder, pero deben entender que sus intereses económicos están en riesgo cuando no respetan la cadena de mando corporativa”, aseguran en el artículo. Saltarse la cadena de mando nunca es la solución.
Lo mejor es evitar que familiar que no hace parte del negocio tenga cualquier envolvimiento con los funcionarios y las decisiones, hablando con todos.