El artículo que estaba leyendo trataba de otro tema y no me atraía, pero encontré un párrafo que me despertó. El autor recordaba una frase de Sartre, que afirmaba que uno no necesita tener esperanza para llevar a cabo su propio trabajo. No me convenció: si no espero nada… ¿qué me puede motivar a hacer algo? ¿La necesidad? Bueno, pues ya espero algo: una remuneración, evitar un castigo… Pero el autor añadía que «abandonar la confortable vana ilusión de que el bien acabará prevaleciendo de manera inevitable es una condición para trabajar honestamente por el progreso, no un obstáculo para lograrlo». Con lo que redondeaba su argumento, que había empezado diciendo que a menudo consideramos que la «fe en el progreso» y la idea de que «el futuro será mejor» son intercambiables, como si dijesen lo mismo. Pero, aclaraba, no dicen lo mismo.
Me pareció una idea digna de ser explorada, en el contexto de nuestra sociedad, que a ratos se nos presenta como pesimista, desmoralizada, desanimada, cansada… «No hay futuro», «esto no se arreglará», «con estos políticos, banqueros, economistas… no podemos hacer nada»… El autor del artículo (no les he dicho quién es, porque no viene a cuento; sólo les diré que es de un Financial Times reciente) dice también: «No necesitas creer que el mañana será mejor que el hoy para ponerte a trabajar para conseguirlo». De acuerdo. Pero, además, algunos pensamos que sí será mejor. Quizás no en términos de crecimiento del PIB, empleo, nivel de vida… Pero la vida es mucho más que eso.
Claro que hay cosas más valiosa, si trabajos duro con valores y disfrutando nuestra vida, el resto irá llegando por añadidura