Dios, Haití y los barberos
La naturaleza está viva, tiene sus ciclos y sus movimientos sísmicos son parte de su realidad. Sin embargo, aún se oyen críticas a Dios por ello. Todavía con el drama y el dolor de tantos haitianos en nuestra memoria, os invito a leer este artículo de mi buen amigo Alfonso Méndiz que ha publicado hoy en su blog.
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Referencia: HAITI
A propósito de la reciente tragedia de Haití, algunos medios de comunicación han vuelto a formular la pregunta que otros ya habían planteado cuando el 11-S y el 11-M: “Pero, ¿dónde estaba Dios?”.
Algunos no pueden comprender la existencia del mal en el mundo: “Si Dios es tan bueno, por qué hay terremotos, guerras y violencia –maldad, en suma- en este mundo que, se supone, ha salido de sus manos?”. Sé que no es fácil de entender y, ciertamente, lo sucedido en Haití no tiene explicación humana: hay que recurrir a la Fe para hallar respuestas. Dios está en cada moribundo, en cada persona que llora y sufre; aunque no le veamos.
Pero en lo que respecta a la maldad que deriva de nuestras decisiones (las guerras, las matanzas, la injusticia generalizada) sí podemos encontrar explicaciones; y no sólo desde la Fe. Porque está claro que somos libres, y más claro aún que Dios no quiere servidores esclavos, ni hombres que automáticamente obren el bien sin comprometer su libertad.
Es cierto que nos ha dado los instrumentos para lograr una sociedad justa y buena: nos ha dado su doctrina y su mandamiento de la Caridad (“Amaos os unos a los otros”); nos ha dado la naturaleza humana y ha grabado su Ley en nuestros corazones; nos ha dado su gracia, su ayuda y, sobre todo, nos ha dado su ejemplo muriendo en la cruz por nosotros: un ejemplo de amor y de perdón, y no de odio ni de barbarie. Pero ama tanto nuestra libertad, que nunca nos hará buenos a pesar nuestro. Tenemos a nuestro alcance todo lo necesario para ser buenos, pero de nosotros depende que lo seamos y que lo sea nuestra sociedad.
A este respecto, viene como anillo al dedo aquella historia de los barberos y Dios:
“Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Como es costumbre en estos casos entabló una amena conversación con la persona que le atendía. Hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. De pronto tocaron el tema de Dios y el barbero dijo:
– Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice.
– Pero, ¿por qué dice usted eso? – preguntó el cliente.
– Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. O dígame, ¿acaso si Dios existiera habría tantos enfermos, tantos niños abandonados? Si Dios existiera no habría sufrimiento, ni odio, ni guerras… Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió de la tienda. Nada más salir de la peluquería, vio en la calle a un hombre con la barba sucia y el cabello largo, lleno de greñas. Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero.
– ¿Sabe una cosa?, los barberos no existen.
– ¿Cómo que no existen? – preguntó el barbero – si aquí estoy yo, y soy barbero.
– ¡No! -dijo el cliente – no existen, porque si existieran no habría personas con el pelo sucio y la barba tan grasienta como la de ese hombre que va por la calle.
– ¡Ah!, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen a mí.
– ¡Exacto! -dijo el cliente – Ahí está la respuesta a su pregunta. Dios sí existe; lo que pasa es que las personas no van a Él ni quieren seguir su mensaje. Por eso hay tanto dolor y tanta maldad en el mundo».
Muy buena reflexión, Nuria. Al final, efectivamente, es una cuestión de fe. Sin fe, difícilmente se puede entender. Aunque sorprende que los que más cuestionen la existencia de Dios son, precisamente, los que no creen en Él. Frente a los negacionistas, me vienen a la cabeza imágenes de haitianos, rezando juntos entre los escombros tras la catástrofe.
Los que somos creyentes sabemos que en esta tierra estamos de paso. Nadie duda de que lo sucedido en Haití -y en tantas partes del mundo a otra escala- es dramático. Pero no es el final. Lo bueno, lo mejor, viene después. Es la eternidad. Muchos viven ajenos a esto, y aunque tienen «de todo» -a menudo- no tienen nada, o nada importante. Otros, en cambio, no tienen nada, pero lo tienen todo, porque tienen a Dios.
Por último: no podemos pretender que Dios se ajuste a nuestros esquemas mentales. No somos Dios. ¿Acaso alguien entiende que Cristo muriera en una Cruz para redimir a los hombres de sus pecados? ¿alguien entiende esa muerte dolorosa y cruel? Por eso entiendo que los apóstoles dijeran a Cristo, «Señor, auméntanos la Fe». Nos hace falta.
Muchas gracias Nuria, el diálogo entre barbero y cliente es perfecto. Hablando con personas de difrentes credos e incluso no creyentes en los últimos tiempos, también percibo que empieza a haber cierta conciencia social de que «algo» está pasando, que por supuesto las cosas se están haciendo muy mal. Que el medio ambiente se está maltratando y que Dios no es culpable de nada. La gente, las empresas, los malos hábitos, la falta de valores y en general la degradación en muchos ámbtos. Las catástrofes naturales son inevitables…lo que puede ser evitable es que las nuevas generaciones caigan en los mismos errores que los mayores, y esa es nuestra labor de educadores, que creo no se está haciendo demasiado bien. Simpre salvando a una parte de jovenes estupendos que dan grandes lecciones, pero la excepción es la que hace cumplir la regla. Un abrazo !!
Así es Nuria……..ya va siendo hora de que se digan las cosas como son. Se tiende a echar la culpa a los demás de lo que nosotros no sembramos o nos alejamos de querer entender. Me encanta tu «post»
Siempre gracias Nuria!!! Crecer en valores, crecer en valores y crecer en valores. Ojalá llegue el día en que seamos capaces de ver la enorme viga alojada en nuestros ojos. No deja de ser curioso, para mi es una llamada de atención de nuestro Padre, que de pronto sepamos donde está Haiti. Un afectuoso saludo.
Efectivamente, Nuria, esa es la realidad. Gracias, una vez más, por recordarnos tantas cosas importantes.
Estimada Nuria.
Yo creo que no es solo cuestión de FE. Llega un momento en la vida en la que tienes que DECIDIR si creer o no creer.
Yo siempre me he educado en colegios religiosos y toda mi vida me he preguntado si mi camino debía ser el de seglar o el de religiosa.
Cuando estaba en 2ºde BUP, una religosa de esas que son más bien ásperas con las alumnas, pero con un gran corazón nos comentaba en clase que la vocación religiosa no era una rebelación que se te mostraba un buen día mientras orabas, o mientras dormías, o mientras comías con tus compañeras; sino que era el culmen de un proceso que termina precisamente con una decisión. Llega un momento en el que tú tienes que decidir si seguir como religiosa o como seglar, pero la decisión es tuya.
Bien, pues toda mi vida quise ser religiosa misionera. Sin embargo, en el momento de decidir, creí que mi camino debía ser el de seglar.
Muchas veces me he preguntado que si no me habré equivocado. Pero los «y si yo hubiera hecho..» son trampas que en ocasiones te vienen a la mente y que te conducen a caminos imaginarios a kilómetros luz de la realidad.
Yo creo y tengo ese don divino de la FE. Esto no quita que en muchísimas ocasiones en mi vida, también haya dudado. Sin embargo, mi decisión es la de seguir creyendo, porque ¿quien no ha dudado alguna vez?
Este cuento del barbero es maravilloso y muy instructivo.
Un beso Nuria
Núria: Paz y Bien. También podemos añadir aquello: Tantos esfuerzos para suprimir la clase de religión de las escuelas y quitar los crucifijos y querer a Dios fuera de nuestros hogares y de nuestras vidas, a lo mejor, si Dios pensara como nosotros, a lo mejor, se ha ido y nos ha dejado abandonados a nuestra suerte. Pero no, Él está aquí, en las alegrías y en las penas. En la gente que ha sufrido el terremoto y en la solidaridad que se ha hecho patente….Y como le decía el cliente al barbero…..si no le vemos es porque no le buscamos y no nos interesa encontrarnos con Él…porque nos pedirá que le demos una manita para que no haya tantos males en el mundo, la mayoría causados por el orgullo y el odio de los humanos. Una abrazo. Josep
Querida Nuria, como bien dices, la tierra está viva, y suceden fenómenos que ocasionan desastres y tragedias que nos cuestan trabajo entender.
Muchas personas los ven como castigos divinos o ausencia de Dios, ¿pero no son el dolor y el sufrimiento una manera de acercarse a Él? ¿De comprender lo que hizo por nosotros?
Me duele en el alma ver como están sufriendo en Haití, y al mismo tiempo me emociona ver tanta gente que ante su desgracia dan gracias a Dios, y no le han reclamado nada.
Ayer se anunció que fué rescatada una mujer de 68 años, llevaba 8 dias entre los escombros, le preguntaron que pensaba mientras estaba ahí, y contestó que estuvo hablando con su «Jefe» Dios.
A veces me encuentro con personas que me dicen que me encargan oración por tal o cual causa, añadiendo «tu tienes influencias, a ti si te escucha», con todo gusto lo hago, aunque siempre les digo que para hablar con Dios no hay problemas de congestión de lineas, Él tiene la capacidad de escucharnos a todos al mismo tiempo, pero ¿será que nosotros tenemos la disposición para escucharlo Él?
Terremotos, tsunamis, ataques terroristas, guerras, secuestros, etc.. Dios siempre está ahí, aliviando el dolor que sufren los que ahí se encuentran.
Recuerdo el libro de Inmaculé Ilibagiza «Sobreviví para contarlo», ella sobrevive al genocidio en Ruanda, encerrada en un baño durante 3 meses le pedía a Dios que protegiera a su familia de los asesinos, y la respuesta que escucho fué que todos son sus hijos.
Ella comprende que también los asesinos, secuestradores, terroristas, etc… son hijos de Dios, así que hay que pedir también por ellos. Y pedir por los que hacen mal es mas difícil, pero lo necesitan mas.
Mary Carmen
» Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron». (Mt. 27, 50-51).
Y allí, ¿dónde estaba Dios?…
En su Hijo amado, moribundo en la Cruz, enviado por Él por amor al hombre, para con su muerte, voluntariamente aceptada, destruir la barrera del pecado que nos separaba de Él. También en María, la Virgen, y en todos y cada uno de los que tanto sufrían; cuando, por cierto, aunque aquella vez por causa sobrenatural, la tierra, entonces, también tembló.
Querida Nuria, yo también creo, como dice Alfonso Méndiz en su artículo, que «(…) Dios está en cada moribundo, en cada persona que llora y sufre (…)», como la mujer de Haití que habla con su «Jefe», a la que se refiere Mary Carmen Creuheras. También, como dice Josep, «en la solidaridad que se ha hecho patente…».
Si bien es cierto que los desastres naturales son inevitables – éste no es el paraíso-; no es menos cierto, que se pueden adoptar medidas para prevenir su impacto. Y es que no deja de ser significativo que, normalmente, los más afectados por este tipo de fenómenos sean los más débiles; y ahí toca preguntarnos: ¿qué hacemos y dónde estamos los hombres?. O es que, por poner un ejemplo, ¿el huracán «Katrina» hubiera tenido el mismo impacto si en vez de ocurrir en Nueva Orleans hubiera sucedido en Nueva York?…
Cuando, pasado el tiempo, la tragedia de Haití se desdibuje en nuestra memoria – también en la de aquéllos que hoy se preguntan dónde estaba Dios-; Él, como en la historia del barbero, permanecerá donde siempre.
Me ha encantado el artículo y su historia, me vendrá muy bien
Siempre pero quizás ahora más, estas reflexiones ayudar a rezar y, como escuché hace muy poco a un buen sacerdote,
» que nuestras obras hablen de Dios»
El terremoto de Haití ocasionó miles de muertos, de haber ocurrido un terremoto parecido en Japón puede que no hubiera habido ni tan siquiera muertos. En Haití campa la miseria y las construcciones más que deficientes, en Japón y en el mundo occidental, la abundancia y los edificios a prueba de terremotos. Dios no tiene nada que ver en esa historia: la injusticia alimentada y sostenida por los hombres -unos tanto, otros nada-, la especulación, el afán desmedido en poseer, poser y poseer más y más cada día, la insolidaridad, el desprecio al prójimo, la prepotencia, la falta de caridad … en suma el atender más al diablo que a Dios, eso es lo que provoca el mal y el dolor en el mundo . Dios habla al corazón de los hombres, no culpemos a Dios de nuestros errores, hablemos con nuestra propia conciencia allí encontraremos a Dios y pidámosle que haga de nosotros personas justas y que nos ayude a liberarnos del mal que nos atenaza.