SLUTWALK

Hace años que vemos una falta de elegancia y pudor en el vestir de nuestros jóvenes y no tan jóvenes. Las costumbres se relajan al tiempo que los modos de usar la vestimenta envían señales más o menos equívocas a su entorno. He aquí un buenísimo artículo de mi amiga Cristina Abad que recoge espléndidamente la realidad que vivimos y lo que la gran mayoría de la población pensamos.

En esas ocasiones en que la calma social se ve sacudida por el drama de las agresiones sexuales, suele haber alguna persona –varón casi siempre– que cuestiona si no será la mujer la que provoca con su forma de vestir el abuso de fuerza del hombre. Y con frecuencia se oye la respuesta de voces feministas que consideran machista tal ocurrencia.

Desde hace meses, algunas de esas protestas se han unido en el movimiento SlutWalk, surgido a raíz de la recomendación de un policía de Toronto, durante una conferencia en la Universidad de Leyes de York celebrada a principios de año, de “evitar vestirse como una fulana” para alejar el peligro de un asalto sexual. El movimiento, cuyo nombre significa literalmente “la marcha de las fulanas”, se ha extendido por Canadá, París, Londres, México y otras capitales, con la ayuda de las redes sociales. Y su argumento es: «no es no» y un vestido no significa «sí». «Que no me digan cómo debo vestirme, que le digan al agresor que no viole»… [Para seguir leyendo haz click aquí].

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20 Comentarios

  1. Me parece un artículo muy sensato.
    Debería estar al alcance de muchas personas que se niegan a admitir que el modo de vestir define la imagen que deseamos dar. Yo me considero una persona bastante “moderna” en mi modo de vestir, me gusta la moda, pero tengo ciertos límites, del mismo modo que los tengo en otros ámbitos de mi vida. Esos límites me ayudan a perfilar mi personalidad y me dan la libertad de ser yo misma y de no ser esclava de modas ni de dictaduras exógenas que de forma subliminal me podrían conducir, si careciera de criterio, a seguir a la manada sin saber ni quien soy ni a donde voy.
    Y sé de lo que hablo, he sido joven, sin criterio y también me he puesto una minifalda consciente de que “gustaba” más. Hasta que un día en el instituto me enteré que los chicos nos “puntuaban” y empecé a tomar conciencia de lo que provocaban mis minifaldas. Al menos, yo no quería que me vieran así. Yo era algo más. Hay mujeres que no quieren reconocer que vistiendo de un modo determinado buscan agradar o provocar la mirada del sexo contario. Al no admitirlo y ante el miedo de que se les atribuyan insultos vejatorios., se acogen entonces también al contradictorio slogan adoptado por determinados movimientos feministas y que grita : ¡El cuerpo es mío y hago con él lo que me da la gana!. Al hablar así de su cuerpo, ¿No lo utilizan ya como un objeto? Yo nunca haría lo que me da la gana con algo o alguien a quien quiero.

  2. Maria José Blázquez

    Mi abuela solía decir: «el hábito no hace al monje, pero le identifica»

  3. Querida Nuria,
    Gracias por el link y el comentario. Este espacio tuyo es un altavoz magnífico de ideas que nos ayudan a ser grandes profesionales sin dejar de ser mujeres. Sé que te lee mucha gente. Y es una oportunidad que mi artículo haya encontrado hueco aquí. Así llegará a más.

  4. ¡No lo dudes Cris! Artículos como el tuyo merecen la pena difundirlos

  5. Estoy de acuedo con el artículo de Cristina Abad y con la recomendación del policía de Toronto. Para mi la imagen exterior de la persona, y el vestir claramente, es un reflejo del de la persona, es decir la forma de vestir normalmente será coherente a los valores y princpios del ser en cuestión.
    Un ejemplo, a mi secretaria le pediría si fuera el caso, una moderación en el vestir, porque de esta forma me ayuda a que yo la respete y que ella me respete a mí.

  6. No estoy de acuerdo con el artículo de Cristina, ya que se basa en maniqueismos que, luego, en la vida real, no representan un porcentage significativo de los casos.
    Igual que hay personas que van faltando a los demás verbalmente y esto no justifica que alguien le dé una paliza (porque faltar es algo relativo y un acto verbal no justifica un agresión física); en el caso de violaciones a mujeres/hombres el atuendo no justifica (porque atractivo, o sexy, es un concepto relativo y un vestido no justifica una agresión física).
    El ejemplo de las prostitutas confunde también. Dejando a un lado la posición moral. La prostituta vende algo, y por eso lo enseña. El resto de comerciantes venden su género y lo enseñan también. ¿Justificaremos el atraco a mano armada o el robo de genero? ¿Nos parece normal? ¿Les diremos que no muestren sus productos?

    Creo que con la violencia y el dolor no se debe relativizar tanto, señoras.

  7. Si creo que en el modo de vestir tiene mucho que ver tu personalidad y también como están tus pensamientos, coincido mucho con el punto de vista de Cristina.

    A mi gusta sentirme cómoda con lo que visto y también sentirse cómoda es agradarle a las demás personas.

    Angy Rangel

  8. Ainoha, no hay peor ciego que el que no quiere ver. El modo de vestir y las actitudes de un buen número de chicas en la actualidad es, sencillamente, provocativo. Lo que no sé es hasta qué punto son conscientes ellas de las reacciones que provocan en los chicos, por ejemplo.

    Anna planteaba en su comentario su perplejidad cuando descubrió que tanto ella como sus amigas formaban parte de un ranking en el que se valoraba no a la persona, sino a su cuerpo…

    Tal vez no entiendas el planteamiento de Cristina porque vivimos en un mundo en el que la sensualidad ha pasado al primer plano en todos los ámbitos y, especialmente, en la moda o el entretenimiento que consume la gente desde la infancia.

    En este entorno, comprendo que existan personas que hayan (¿o hayáis?) perdido la sensibilidad y se paseen por las calles emitiendo con su modo de vestir (o de no vestir), más o menos conscientemente, un mensaje muy concreto: «Miradme». Y les miran, pero como cosas.

    Si un policía de Toronto dijo lo que dijo, será por algo, y eso no es relativizar la violencia y el dolor, sino tratar de llegar a las causas de tantos crímenes de este tipo.

  9. Josep Gendrau i Valls

    Núria: PAU i BÉ. Tots ens mereixem un respecte i en la manera de vestir es significa el què un es. Pensem que vivim entre gent que cadascú té la pròpia sensibilitat i no és just ferir cap sensibilitat, ni política, ni religiosa, cultural o de costums. Quan fèiem caligrafia al col.legi ens feien copiar. BUEN PORTE I FINOS MODALES ABREN PUERTAS PRINCIPALES. Una abraçada i bon cap de setmana de la San´tíssima Trinitat. Josep

  10. Cada uno es libre de vestir como le venga en gana, que se supone que somos libres, o no?

  11. Elena Álvarez

    En mi opinión, y aunque básicamente coincido con lo que Cristina Abad dice en su artículo, hay algo que en relación a este tema es importante que quede meridianamente claro: nunca la conducta de un agresor sexual puede venir, ni en lo más mínimo, «justificada» en base a la vestimenta de la mujer agredida. ¿O es que acaso justificaríamos a quien entra a robar a nuestra casa porque no fuimos suficientemente precavidos y cerramos la puerta sólo de golpe y no con la llave?; ¿o culpabilizaríamos a quien le roban el bolso porque no lo llevaba agarrado fuertemente?. Evidentemente, no. Así que no toca confundir quién es quién: hay una víctima y un delincuente- ladrón o agresor sexual, según el caso-.
    Otra cosa es que de nuestras decisiones siempre se derivan unas consecuencias. También de la consistente en cómo -libremente, faltaría más-, decidimos vestirnos. Y aunque entre tales consecuencias nunca debería figurar la de que un agresor sexual quedara justificado; sí conviene ser muy conscientes- y, ojo, para mí, ése es el tema que subyace de fondo- de que, según cual sea nuestra vestimenta, podría deducirse, sin a lo mejor ser el caso, que se aceptan las reglas de juego que impone una sociedad que banaliza la sexualidad y convierte a unos y a otras en objeto de «usar y tirar».
    En definitiva, nuestra forma de vestir dice -ni que sea en apariencia- mucho de quiénes somos. Y es por eso que la prudencia y el respeto hacia uno mismo y hacia los demás – también, por qué no decirlo, para evitar la vulgaridad y el mal gusto- aconsejan decidir esta cuestión con criterio para así no vernos sorprendidos por consecuencias no previstas ni, mucho menos, deseadas.

  12. Cristina Álvarez

    Coincido con lo dicho por Elena en su comentario. Y, asimismo, creo que conviene plantearse hasta qué punto a los adolescentes -a ellos y a ellas- se les dificulta decidir «libremente» y con criterio su forma de ir vestidos cuando, a su vez, son permanentemente bombardeados por mensajes difundidos en una sociedad que encumbra como referentes de éxito a ídolos musicales, series televisivas – llamativo el caso de la que hasta hace dos días era «princesa» de Disney, Milley Cyrus…-, modelos publicitarios, etc…, que no hacen más que proyectar esa cuestionada imagen. Me temo que en este tema mal vamos si resulta que «una imagen vale más que mil palabras».

  13. monárquico en crisis

    Comparto las opiniones que sobre este tema tienen Elena y Cristina. Por cierto, un monárquico en crisis aprovecha la ocasión para decir: ¡Buenos días, princesas!.
    También añado al listado un ejemplo más: el desconcierto que a los jóvenes, y no tan jóvenes, nos puede provocar el hecho de que una chica, actualmente princesa, desfilara en un acto público (eso sí, benéfico) vestida como si lo hiciera en una «slutwalk» para en… encandilar al que hoy es su marido y futuro Rey de Inglatera.
    «God Save the Queen»(y a la plebe…).

  14. Coincido plenamente con Ainhoa y Elena. Enseñémos a nuestros hijo e hijas a respetar y valorar a las personas por lo que son, por lo que piensan y lo que expresan, y no por su aspecto exterior. A mi personalmente me da mucha envidia cuando veo a las chicas «no esconder» su cuerpo, que es lo que hacíamos nosotras con la ropa XL que nos poníamos, amén del eterno jersey a la cintura o a los hombros, dependiendo de lo que fuera más crítico tapar. El cuerpo es parte de nosotros, hombres y mujeres, como lo es el cerebro y el alma. Que cada uno tome la decisión que le parezca más adecuada sobre cómo desea gestionarlo, y tengamos más tolerancia y juzguemos menos a los demás por el aspecto exterior.

  15. Elena Álvarez

    Atenea, seguramente actúas de buena fe y sin ánimo de manipular; sin embargo, tan sólo quiero matizar dos cosas:
    1ª) Insisto: nunca puede quedar justificada e impune la conducta de un agresor sexual -delincuente- amparándose en como iba vestida su víctima. En este extremo coincido con Ainhoa; también, considero, que con la autora del artículo. Me pareció oportuno resaltarlo.
    2ª) Decir que coincides «plenamente» conmigo para seguidamente extraer una serie de conclusiones muchas de las cuales no se corresponden con lo que yo he dicho…, la verdad es que me sorprende. En fin, prefiero pensar que se debe a un problema de comunicación. Como opino que ya quedó clara mi posición en este tema, y para evitar reiterarme, a la lectura de lo que dije me remito. Gracias y un saludo.

  16. MANUEL VELASCO

    Elena, te aseguro que ha quedado perfectamente clara tu opinión en este asunto, la cual yo también suscribo.
    Coincido también con lo que comenta Juan en relación al esmerado cuidado que debe tenerse en relación a la vestimenta entre los compañeros y empleados en el ámbito laboral porque, como dice Anna Plans, el modo de vestir define la imagen que damos a los demás y hay que evitar situaciones que pueden dar lugar a equívocos o cosas peores.
    Interesante también lo que comenta Cristina en relación a la ausencia de referentes o, más grave todavía, la negatividad de las influencias externas actuales. En este sentido me permito recordar lo que decía Audrey Hepburn, quien, no sé qué pensarán ustedes, pero paramí, y con permiso de mi esposa, siempre será un icono de belleza, buen gusto y elegancia. Ella decía que no es en los vestidos (o en la escueto de ellos) donde una mujer tiene que ser mirada, sino en sus ojos porque ellos son la puerta de su alma.
    Saludos cordiales.
    Manuel Velasco

  17. Elena y Cristina

    Una vez más, totalmente de acuerdo, D. Manuel. También en lo que respecta a Audrey Hepburn.
    Saludos cordiales -y buenas noches, monárquico en crisis-.

  18. Elena, siento que haya podido parecer que manipulo tu mensaje; lo he vuelto a leer y te aseguro que suscribo su contenido. El punto 1º es irrefutable, claro y conciso; lo que consideras conclusiones sobre tu mensaje no son tales, sino mi propia opinión sobre el tema. Saludos.

  19. monárquico en crisis

    No sé, no sé…
    Princesa Elena, ten en cuenta que la manipulación nunca va de frente, se alía con la ambigüedad y con la sutileza. También suele ir enmascarada y Atenea e´n la mitología griega es la diosa, entre otras cosas, de la estrategia…

  20. OK, Atenea, gracias. Pasamos página y hasta un próximo encuentro… o desencuentro 😉
    Monárquico en crisis, generalizando, dejando al margen el caso en concreto, tienes toda la razón. Así que, agradecida, tomo buena nota de ello 😉

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