¿Cómo liderar hoy? Hacia una cultura de cuidado

¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo? ¿Queremos una sociedad mercantilizada? ¿O queremos cuidarnos, a nosotros mismos y a los demás? ¿Cómo podemos sanar esta sociedad? Isabel  Sánchez, autora de “Cuidarnos. En busca del equilibrio entre la autonomía y la fragilidad” nos dio las claves en la entrevista que tuve ocasión de hacerle el pasado 4 de marzo, en el IESE. Un diálogo certero y fluido que nos abre los ojos a la necesidad de elegir la sociedad del cuidado, aprendiendo a cuidarnos primero a nosotros mismos para, después, aprender a cuidar a los demás.

El hombre tiene necesidad de cuidado personal y entrañable.

Benedicto XVI

Vivimos en una sociedad muy compleja que necesita el despliegue de un “liderazgo de calle” basado en el cuidado de uno mismo y de los otros. Tenemos que aprender a cuidar a las personas, y el primer paso es aprender a cuidarnos a nosotros mismos, a través del autoconocimiento, fruto de la reflexión que nos lleva a conocer nuestras virtudes, fortalezas y fragilidades.

¿Cómo podemos sanar esta sociedad? Isabel habla de las cuatro Fs que definen el cuidado:

  • Fragilidad: somos vulnerables, es algo innato y esencial del ser humano, aunque nuestra cultura actual nos impele a ser autónomos, fuertes y a no necesitar a nadie. Debemos encontrar el equilibrio entre la fragilidad y la autonomía, que es la clave de la interdependencia sustancial de los seres humanos.
  • Florecimiento: el cuidado como cultivo, hacer florecer el bien en los demás y en uno mismo.
  • Fatiga: cuidar a los demás puede ser duro y agotador, es necesario saber encontrar la distancia justa. La fatiga es un síntoma de los cuidadores: hay que aprender a cuidar.
  • Fiesta: cuidar es sanar, hacer florecer, y por eso debe vivirse como una fiesta, sabiendo cómo hacerlo sin caer en la fatiga.

El paradigma del cuidado implica una mirada diferente, mirar y escuchar al otro con ternura y buscando su sanación. En este proceso de cuidado, el cuidador también se engrandece: las personas vulnerables que precisan cuidado cumplen una labor importantísima, la de ofrecer al cuidador la oportunidad de crecer en virtudes. Si no tuviéramos por quien sentir compasión, no seríamos compasivos.

    Reconcíliate con tu fragilidad

Sobre el perfil del paciente, nos explica Isabel la importancia de asimilar la fragilidad, pacificarse, integrar la vulnerabilidad en la propia vida. El paciente, al ser consciente del bien que genera en su cuidador, deja de sentirse una carga, tiene un valor específico que repercute en toda la sociedad, porque el cuidador, al crecer en magnanimidad, generosidad y otras virtudes, mejora también su entorno familiar, laboral, etc. Esa es la esencia de la sociedad del cuidado.

Desde la empresa también se pueden poner en marcha acciones en este paradigma del cuidado. Si observamos la pirámide de población, vemos que en breve vamos a tener muchas personas a las que cuidar. Además de suponer una gran oportunidad para el empleo, esta situación requiere de planes de formación, porque a cuidar hay que aprender.  ¿Cómo queremos hacer frente a esta situación? ¿Desde una sociedad mercantilista o desde la solidaridad social? Se hace necesario reforzar la familia, los vínculos sociales y también las relaciones entre familias.

El cuidado de las personas se entiende como un cuidado integral, no solo bienestar: es necesario cuidar el entorno, las emociones,… El Estado no puede hacerlo solo, hace fata una revolución pacífica que cambie el paradigma mercantilista y mecanicista de nuestra sociedad por una mirada y una escucha más humanas, por un paradigma del cuidado.

¿Nos apuntamos a esta revolución?

Aquí puedes encontrar el video a la entrevista completa y, más abajo, algunos enlaces de interés.

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Libros publicados:

Cuidarnos. En busca del equilibrio entre la autonomía y la vulnerabilidad.

Los beneficios de la venta de esta obra se destinarán íntegramente a la Fundación Cuidativos (ir a la web)

 

Mujeres brújula en un bosque de retos

 

 

 

Sobre Isabel Sánchez

Isabel Sánchez nació en Murcia (España) en 1969. Tras licenciarse en Derecho, se trasladó a Roma para cursar los estudios de Filosofía y Teología.

En el año 1995, comenzó a trabajar en las oficinas centrales del gobierno de la Prelatura del Opus Dei, el cual estaba extendido en más de 70 países. Desde el año 2000 forma parte del Consejo de mujeres que asesora al Prelado del Opus Dei y lo dirige desde el 2010.

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Hombre y mujer, iguales pero diferentes

Es necesario elaborar una cultura que concilie razón y corazón, que respete a la mujer, que le dé las herramientas necesarias para hacerse respetar, mejorar su autoconfianza y ampliar su punto de vista. Esta necesidad surge, en gran medida, de las consecuencias que para la mujer, la familia y la sociedad tiene la ideología de género, una ideología que, lejos de poner en valor la perspectiva femenina, la hace desaparecer bajo los focos de la teoría queer. La igualdad de derechos y de oportunidades, indiscutible en el siglo XXI, se confunde con la igualdad sin más. Si hombres y mujeres son iguales desde la perspectiva biológica y psicológica, entonces la identidad femenina desaparece.

Hombre y mujer son iguales en Derechos, comparten el principio de dignidad humana, pero no lo son en absoluto desde una perspectiva biológica ni psicológica. Razonamos de manera diferente, nuestros cerebros gestionan la información de manera diferente y también manejamos las emociones de forma distinta. Si esto no se entiende, el conflicto y el enfrentamiento están asegurados.

Otra cosa es la existencia de prejuicios y estereotipos negativos que aún aparecen respecto a las mujeres, como expresión y reminiscencia de una cultura que valoraba por encima de todo las capacidades físicas del hombre. Todo lo que sea femenino, en esta cultura, es malo, secundario, tonto y negativo mientras que lo masculino es sinónimo de fuerza, logro y rapidez. Estos estereotipos se cuelan eventualmente en las relaciones sociales y profesionales, y deben vigilarse.

La ideología de género del siglo XXI pretende llevarnos a un contexto en el que ser hombre o ser mujer no depende de la carga genética, sino de la propia percepción, aderezada por el contexto social. Tal hipótesis tiene sus raíces en la teoría queer, una corriente postmoderna que cuestiona las categorías universales y fijas de género y sexualidad, rechazando la normatividad impuesta en la sociedad. Surge como una crítica a las construcciones sociales de género y sexo, argumentando que son productos culturales y no naturales. Esta teoría busca desafiar las identidades tradicionales y promover la diversidad sexual, reconociendo la fluidez y complejidad de las identidades humanas. De esta manera, junto al sexo femenino y al masculino, aparecen una serie interminable de posibilidades, con independencia de la genética.

La falta de distinción entre lo femenino y lo masculino, lejos de promover la igualdad de oportunidades de las mujeres, genera confusión, conflicto y pérdida de identidad de unos y otras. El sexo es una característica básica y determinante de la forma en que una persona se relaciona con otros. El cerebro masculino y el femenino son diferentes y trabajan de forma diferente, las hormonas también hacen su parte para establecer las diferencias. Ello no significa en absoluto que una de las partes de la ecuación deba ser menospreciada y relegada, al contrario, lo que significa es que la complementariedad es ya en sí misma un valor.

Hace poco tuve la ocasión de presentar una ponencia sobre este tema, profundizando en estos y otros aspectos de la cuestión, una cuestión que preocupa y mucho, cada vez a más personas e instituciones. Aquí dejo el enlace donde se recoge el video de mi intervención y la transcripción completa: Sesión en Bonaigua

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Desgranando la Agenda 2030: una reflexión en profundidad

La relación entre la Agenda 2030 y la Doctrina Social de la Iglesia ha generado debate. Algunos argumentan que la Agenda 2030 puede entrar en conflicto con los valores fundamentales de la Iglesia, especialmente en aspectos como la anticoncepción o la perspectiva de género. Sin embargo, otros señalan que la Iglesia apoya en su mayoría los objetivos de la Agenda 2030, ya que reflejan la Doctrina Social de la Iglesia para un desarrollo sostenible, aunque con salvedades en puntos específicos. La encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco, basada en la doctrina social católica, ha sido vista como un documento de referencia para organizaciones católicas de desarrollo en relación con la Agenda 2030.

Ante este panorama, la reflexión profunda y rigurosa de Mn Joan Costa supone una ayuda para discernir aquellos aspectos a los que deberíamos dar un cierto soporte, aquellos a los que nunca deberíamos acoger, profundizando en la responsabilidad de los cristianos ante dichas propuestas.

Un dato que sin duda sorprenderá a muchos es que la Santa Sede ha tenido voz, aunque no voto, en los debates generados en la formulación de la Agenda 2030. Su implicación ha sido muy relevante y en ningún momento se ha subestimado la relevancia de los temas tratados en dicha Agenda. De hecho, Mn Costa basa su intervención en la exposición realizada por Mons. Bernardito Auza, observador de la Santa Sede en Naciones Unidas.

La posición de la Iglesia frente a la Agenda 2030 se resume en cuatro puntos fundamentales:

  1. La mencionada participación de la Santa Sede en el proceso que dio lugar a la Agenda 2030, consciente de las buenas intenciones y los esfuerzos detrás de dicha iniciativa.
  2. La Santa Sede atribuye importancia a la Agenda 2030, y ha participado de forma activa en los debates, poniendo de manifiesto su postura ante los diferentes temas, si bien decidió no tener voto.
  3. La Santa Sede ha querido llamar la atención y advertir sobre las posibles consecuencias negativas de algunos aspectos de la Agenda, como su excesivo idealismo o el riesgo de colonización ideológica.
  4. La Santa Sede ha dado a conocer puntual y claramente sus reservas sobre algunos aspectos de la Agenda 2030, principalmente sobre la concepción del hombre y su naturaleza y dignidad, la sexualidad, el derecho a la vida y la familia y la importancia de los fundamentos del derecho internacional en la interpretación e implementación de la Agenda 2030.

El documento completo de  Mons. Bernardito Auza puede consultarse aquí: Santa_Bernardito_C_Auza_LeccMag_USPCEU_2023

Una de las primeras conclusiones a extraer de esta reflexión es que bondad o riesgo de la Agenda 2030 dependerá en gran medida de quienes protagonicen y lideren su ejecución e implementación. En este sentido, la doctrina social de la Iglesia lanza una llamada a la acción a los ciudadanos católicos para implicarse activamente en su aplicación, en todos los ámbitos. El discernimiento y la prudencia se deben convertir en nuestros principales aliados a la hora de evaluar, en cada caso concreto, el posible apoyo o el rechazo.

Esta breve reseña es solo una invitación a escuchar la brillante exposición de nuestro ponente, que dejo en este video:

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